El México injusto y lo pequeño de donde nacerá lo grande



Hoy se lee en los periódicos: los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación aumentaron sus sueldos a 347 mil pesos, cuando apenas la semana pasada los consejeros del IFE, por presiones de la opinión pública, habían renunciado a aumentarse el salario por una cantidad semejante.

Los constrastes de la vida. Apenas el miércoles pasado el INEGI informaba que alrededor de 2 millones 260 mil mexicanos están desocupados. ¿Cuántos millones de mexicanos viven en Estados Unidos porque en su patria se les negó la oportunidad de un empleo? ¿Cuántos millones de personas sobreviven en la enconomía informal, sin salario fijo, sin vacaciones pagadas, sin atención médica, sin derecho a jubilación? ¿Cuántos millones de personas se ven obligadas a renunciar a sus sueños por falta de medios para conseguirlos? ¿Cuántos millones de menores de edad se ven forzados por la necesidad, para conseguir empleos que ayuden a llevar algo de sustento a sus casas?
Son muchas personas.


  • 3 millones 500 mil menores de 18 años trabajan en nuestro país (La Jornada, 18 de noviembre de 2008)
  • "44 por ciento de los trabajadores informales –muchos de ellos mujeres y ancianos– laboran en su hogar o en un negocio familiar, mientras que 27.7 por ciento son asalariados tanto de los sectores formal como informal, pero sin prestaciones sociales. En tanto que casi 20 por ciento cuentan con un micronegocio o vehículo propio y sólo 9 por ciento laboran en la calle con un puesto improvisado" (La Jornada, 22 de junio de 2008).

Detrás de los números hay personas. Por un lado, gente que vive en medio del privilegio y la abundancia. Son la minoría. Y por el otro, una mayoría cuya situación es de precariedad y de limitaciones materiales. Las dos caras de un país injusto. Siglos ha que sucede lo mismo. Pero el pasado no es una condena perpetua. El futuro se construye al pensar el presente, cuando dedicamos parte de nuestro tiempo a dar los pasos que nos lleven a un mejor mañana. Y esos pasos son pequeños, pero efectivos, porque mantienen viva nuestra esperanza: escribir, comentar estos asuntos, dialogar para llegar a acuerdos de trabajo, reunir grupos de personas que quieran mejorar la situación, participar en algún movimiento de más largo alcance. Las grandes obras empiezan en lo pequeño. En lo pequeño donde se cultiva lo humano esencial.

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