De la literatura a la vida. De la vida a la literatura





Seguimos con Germán Dehesa. Es un modesto homenaje de admiración y agradecimiento. En un texto autobiográfico escrito en 2004, cuenta que fue hijo de un veracruzano "alegrísimo y desmadroso vital", que todo lo resolvía con bromas y ocurrencias. En cambio, su madre, "
-->era una señora decente y con una brutal propensión al aburrimiento, a la condición sufridora, dramática: casi daba las gracias por cada dolor nuevo que le venía". Eso lo hizo ser, dice, un ser dual. Que transita entre ser extrovertido y la timidez, la increencia y la profunda devoción, el relajo y el orden. Aunque todos lo somos, todos somos duales, por la carga genética del padre y la carga genética de la madre. Con todo, Germán Dehesa dijo que no vivía peleado con su mundo, sino que estaba reconciliado consigo mismo.

Germán Dehesa se reconocía como un mundano y como un hombre de libros. La calle y la vida alegre lo volvían loco.
 
"Me encantaba y me sigue encantando oír a la gente y ver qué se trae y oír sus argüendes, sus fabulaciones, sus mitos y sus historias". El gusto por los libros, la habilidad para hablar, la capacidad de dialogar y escuchar, la aprendió de su hermano Ángel, enfermo de parálisis cerebral y recluido en su cama, Germán fue el encargado por veinte años de ir y comprarle libros y revistas, llegar a la casa, sentarse junto a su hermano, leerle, responder sus preguntas, discutir juntos los textos, escribir lo que su hermano le pedía. Ángel le dio lecturas, dominio de la palabra, diálogo, manejo de las tensiones, "
-->era un enviado de Dios, me trajo todos esos dones y derramó oro sobre mi cabeza y me llevé tiempo en entenderlo".

"
-->No opto ni por literatura ni por la vida sino trato de ir y venir de la literatura a la vida, de hacerme mejor lector en la medida en que vivo mejor y vivo más, y de hacerme mejor vividor en la medida en que la lectura ilumina mi vida".

Germán Dehesa parece decirnos que cada niño, cada joven, merece tener un hermano, un pariente, un profesor, un amigo, que lo llene de dones para saber vivir. Él tuvo esa fortuna. Tuvo un maestro que le marcó un destino y una vocación. Destino y vocación, que por desgracia, muchos no encuentran, por no contar con ayuda.


Pero ¿a quién no gusta oír a la gente, ver qué se trae, sus historias y andanzas?, ¿a quién no le gusta gozar de la música y de la lectura que contagia alegría y entusiasmo? Vayamos a la calle, a los libros, a la música, a donde haya belleza, convivencia, aprendizaje. Ahí encontraremos quien nos ayude y a quien ayudar. Vale la pena seguir los pasos de Germán Dehesa.

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