Misión del creyente



"Yo, Yavhé, te he llamado en justicia,
te así de la mano, te formé,
y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,
para abrir los ojos a los ciegos
para sacar del calabozo al preso,
de la cárcel a los que viven en tinieblas" (Is. 42, 6-7)


La fe es una luz. Ilumina la oscuridad de la conciencia, resplandece sobre los distintos aspectos de la realidad y nos permite ver las señales de Dios en todo lo creado.

La fe es un llamado a ver en la vida lo que se opone a la realización humana y es también un impulso desde dentro, del centro del ser, para cooperar con el mejoramiento de las condiciones sociales.

El creyente se siente asido por Dios, se sabe llamado y querido, y ese amor recibido gratuitamente y sin merecimiento, se vuelve una invitación para ayudar a disminuir la tristeza del prójimo, para buscar la comprensión y la concordia y para luchar porque la justicia signifique disminución de las desigualdades, erradicación de la corrupción y bienestar para cada miembro de la sociedad, sobre todo las víctimas de un sistema económico y político estructurado para que una minoría privilegiada concentre riqueza, poder, bienes y servicios.

La misión del creyente también consiste en buscar estrechar vínculos con otras personas de buena voluntad, sin importar credo, y buscar juntos crear una fuerza positiva que haga más humano este mundo. Porque el creyente está destinado "a ser alianza del pueblo y luz de las gentes".

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