¿Cómo vivir con el sufrimiento y la desgracia?

Ruina por el rumbo de La Labor. Abandono y soledad.

Seguimos con el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén. Georg Sposchill le pregunta al cardenal Carlo María Martini: ¿Cómo podemos vivir con el sufrimiento y la desgracia?

El cardenal responde que la desgracia es un aguijón permanente. Las personas sanas piensan: tengo que hacer algo para enfrentar el sufrimiento. Si tengo el coraje de ocuparme de mi sufrimiento surge un dinamismo mediante el cual los desgraciados se vuelven más dichosos y los dichosos, más agradecidos. Se dan cuenta de todo lo que pueden hacer.

Hay una inmensa cantidad de desgracias cuyos causantes son otros seres humanos. Eso nos obliga a luchar por la justicia, por un lugar para los niños, los jóvenes, los mayores, las mujeres, los enfermos, contra la desigualdad, contra la corrupción.

Ante el sufrimiento, el cardenal sostiene que deberíamos preguntarnos: ¿cómo contribuyo yo mismo en la aparición de las desgracias? ¿En qué medida soy responsable de ellas? ¿Cómo colaboro en la destrucción y contaminación del medio ambiente, en el aumento del desempleo, de la pobreza, de la intolerancia hacia quienes piensan distinto? ¿Qué puedo hacer para mejorar la situación? ¿A qué renuncias estoy dispuesto para que algo cambie?

Puedo preguntarle a mi propia vida: ¿dónde puedo hacer algo para que las cosas vayan mejor? Si lo hago se produce el cambio de muchas desgracias.

Muchos jóvenes ven en la televisión, en la computadora o en la vida real imágenes crudas y escalofriantes. La vida no es fácil y puede ser terrible. Hay muchas cosas que marchan mal. Y prefieren huir a otros mundos. En cambio, hay otros jóvenes que se ponen de pie, se unen con compañeros para acercarse a quienes sufren, les ayudan y experimentan que pueden ser salvadores de vidas.

Carlo María Martini cuenta lo que un día le dijo una joven que enseñaba inglés a solicitantes de asilo político: "La miseria que se exhibe a diario en la televisión parece horrorosa. Ahora yo misma me encuentro en medio de ella y, de pronto, siento una alegría que no tenía en casa. De pronto siento qué fuerte soy: antes no lo sabía. Descubro que algunos de los extranjeros son más ingeniosos, más imaginativos, más religiosos y mejores amigos que muchos de mis conocidos, tan buenas personas ellos".

Carlo María Martini termina su respuesta a la pregunta sobre el sufrimiento, diciendo: "Mi confianza se ha hecho más grande y más fuerte que la desgracia. Espero que mi fe en Dios sea suficientemente fuerte como para que pueda vencer también la desgracia de la enfermedad y la soledad en la muerte... Mi desgracia es pequeña en comparación con mi dicha. Porque la dicha está para compartirla. Sobre todo, la dicha no es algo que a uno le corresponda y que deba limitarse a esperar. Tenemos que buscar la dicha".

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