¿Qué es la muerte?
Tumba del Panteón Municipal del Teúl de Gonzalez Ortega, Zac. |
Hoy 2 de noviembre se conmemora el Día de los Fieles Difuntos. Día de Muertos en México. Fecha para recordar a nuestros muertos, a lo que dieron ellos para aumentar la vida. Fecha para pensar también en el sentido de la muerte.
Octavio Paz escribió que el mundo moderno da la espalda a la muerte. Todo funciona como si la muerte no existiera. Tal parece que los logros del cerebro humano como instituciones, ciencia, tecnología, producción, consumo, servicios, sustituyen toda percepción sobre la muerte. Es como si a través de las obras humanas, la humanidad quisiera a decirse a sí misma: "Lo único que vale la pena es lo que se logre construir con la inteligencia y el trabajo. El único pasado y futuro válidos son aquellos labrados y abiertos por la fuerza del ser humano. No hay más. Cuando el corazón deja de latir ahí termina todo. El muerto al pozo y el vivo al gozo".
La muerte moderna no posee significado que la trascienda o la remita a otros valores. Y citando a Rilke, Octavio Paz afirmó que si no se piensa en la muerte, en la propia muerte, es porque casi nadie tiene una vida personal.
¿Qué es la muerte? ¿Fin de un proceso natural? ¿Inicio de otra vida? ¿El fracaso de lo humano? ¿La prueba de la incurable debilidad humana y la necesidad de un Dios paternal y todopoderoso que nos salva del fracaso que es la nada y el vacío? ¿La muerte es una parte más de la vida?
Pensar sobre la muerte tiene que ser tema de consuelo, más que de angustia. En el futuro de cada uno de nosotros aparece la muerte como una seguridad. La muerte es un hecho inevitable. Saber eso genera temor, profunda angustia, sentimiento de soledad.
En el Día de Muertos nuestra mirada se posa en Jesús de Nazareth. Su vida, su palabra y su muerte revelan lo que Dios quiere para la humanidad. Y Dios quiere la vida. Por eso Jesús curó enfermos, devolvió la vista a los ciegos, restableció la dignidad de las mujeres, puso a los niños como ejemplo de cómo hay que ser para entrar al Reino de Dios y resucitó muertos. Al final, Cristo también se enfrentó a su propia muerte. Y tuvo miedo. Sintió en lo hondo de sus entrañas la soledad y el aguijón de sentir la vida amenazada y próxima a extinguirse ("Padre: si es posible aparta de mí este cáliz", "¿Por qué me has abandonado?". Y murió. Una muerte que él se buscó por vivir y anunciar la verdad, el amor desinteresado, la justicia para las víctimas y la alegría de vivir la propia vocación. Muerto por la gente buena de su época, los defensores de las buenas conciencias, los protectores de la moral, la religión y los privilegios dominantes en su sociedad.
Pero la muerte no fue el fin de la vida del Nazareno. Sus amigos tuvieron la vivencia de su resurrección. El espíritu de Jesús volvió a los apóstoles y a las mujeres que los seguían, para comunicar vida, esperanza, alegría y la experiencia de del Reino de Dios mediante lazos de fraternidad, ayuda mutua, confianza, perdón, cercanía en las dificultades y problemas. Así el Reino de Dios se hace realidad en el tiempo presente. Y también Jesús nos enseñó que al morir, Dios recibe a cada persona con un abrazo y lo lleva a la comunión con los santos.
Esa es nuestra esperanza. No es fácil saber que vamos a morir, que la gente que queremos y que nos quiere se muere antes que nosotros o después. El pensamiento de la muerte genera desazón. Pero nuestro corazón se ilumina cuando tenemos la experiencia de vivir en este mundo el Evangelio de la justicia, la alegría, la paz y el amor. El gozo de vivir con sentido y por caminos de vida plena son un anticipo de lo que la fe nos dice sucederá después de la vida. Una vida con sentido, muestra confianza en Dios y amor al prójimo. Eso es lo que más importa. Aprender a vivir, valorar la vida que gozamos y que podemos compartir. Vida que también recibimos de los demás. Vida que recibimos de Dios y Él nos la alimenta de distintos modos. Dios que nos acompaña y nos anima. El Dios en quien confiamos de modo que Evangelio es la luz de nuestros pasos por la tierra.
La muerte, mientras tanto, es una advertencia que somos finitos y limitados. La muerte es una presencia diaria (a través del sueño, el dolor, la enfermedad, el sufrimiento ajeno, la muerte de gente cercana y lejana, el fin de los ciclos naturales). Esta presencia de la muerte nos dice, me dice: "La vida es corta. Encuentra y vive tu vocación. Sé feliz a través de los medios que tienes a tu alcance. Vive el Evangelio, camino de plenitud y vida digna y verdadera".
Ya vendrá ese día, cuando seamos llamados al descanso eterno. Ojalá para entonces podamos cerrar los ojos con confianza y lanzarnos al vacío de lo desconocido, para esperar el abrazo amoroso del Dios de la Vida, que así estuvo con nosotros en la Tierra, y confiar en que también nos reciba en la ternura de su Reino Eterno.
Mientras, a vivir con la confianza de que somos amados y que estamos llamados a cuidar y compartir ese amor.
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