Carlos Fuentes: siempre joven





Carlos Fuentes respondió una carta de Juan Gabriel Vásquez: “Mis difuntos, imagínate, son todos los antepasados que recuerdo (muy pocos) y todos los que no puedo recordar (la inmensidad). Soy quien soy —y tú eres quien eres— gracias a ellos”. Nuestros difuntos son todos los antepasados, los recordemos o no. Ellos han forjado lo que somos. Nuestros difuntos han edificado lo que ahora nos beneficia. Lo que somos es por ellos.

Estamos en deuda con Carlos Fuentes. La memoria lo recuerda con agradecimiento. Ayer se volvió también difunto nuestro.

Carlos Fuentes siempre fue joven. Y tenía un secreto para mantenerse con juventud: escribir con pasión. Apenas un día antes de fallecer, el 14 de mayo de 2012, El País publicó una entrevista que le hizo Francisco Peregil. Confió el secreto, su secreto, de la eterna juventud: "Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto pendiente. Ahora he terminado un libro, 'Federico en su balcón', pero ya tengo uno nuevo, 'El baile del centenario', que empiezo a escribirlo el lunes en México".

“Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo”.

Carlos Fuentes era un chavo de 83 años. Se levantaba temprano. Cuando podía, nadaba. Siempre practicó el deporte de caminar. Diario. Y se consagraba al trabajo de 8 a 13 horas diarias. “Mi sistema de juventud es trabajar mucho. Tener siempre un proyecto pendiente”. Permaneció en las trincheras de la juventud porque tenía buenas y suficientes causas para seguir viviendo: los libros, su mujer, los amigos y sus amores. Su secreto era la pasión por la vida.

Creía que para escribir había que ser constante. “En mi generación todos eran buenos escritores. Todos mis compañeros de la Facultad eran magníficos para escribir. Pero les faltó constancia”, declaró en alguna ocasión a Cristina Pacheco.

En otra entrevista afirmó que no pasaba el día sin que escribiera una página. “Donde quiera que estoy no dejo un día sin paginita, ni uno”. Esa disciplina, junto con su talento y la voluntad de escuchar a los demás (“hay que escuchar mucho para saber cómo hablan los demás”), explican por qué tuvo una producción literaria tan prolífica.

Carlos Fuentes era un joven por convicción, una forma de sobrevivencia. Así lo confesó a Francisco Peregil: “El hecho es que cuando se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva a uno la chingada” (El País, 14 de mayo de 2012).





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