Como los glóbulos rojos
COMUNIDAD DE MONJAS TRINITARIAS, monjasdesuesa@gmail.com
SUESA (CANTABRIA).
ECLESALIA, 22/05/12.- Hay una serie de dibujos animados sobre el cuerpo humano
realmente didáctica. Es llamativo que bastantes personas de la generación de
quienes tenemos 30-40 años nos acordemos más de lo que aprendimos en las clases
de ciencias viendo esos vídeos, que de lo que ponía en el libro de texto y de
la “palabrería” de la profesora. Y es notorio que estamos formando una sociedad
que aprende mucho más de lo que observa, de los gestos y las actitudes de los
demás, que de las palabras y llamadas de atención.
En esos dibujos unos de los protagonistas son los
glóbulos rojos y se ve claramente su misión: repartir el oxígeno por las
distintas partes del cuerpo. Se les ve cansados, desanimados y dando tumbos
cuando caminan “vacíos”, sin su carga; y cuando llegan a los pulmones aparecen
totalmente liberados, felices, libres y conscientes de la inmensidad de oxígeno
que les envuelve. Pero de esa inmensidad solo son capaces de transportar y
transmitir una pequeña cantidad. Van caminando, contentos, a cumplir su misión
y, cuando tropiezan y ven que pierden su tan preciosa carga, retroceden en su
busca, la recuperan y siguen adelante para llevar su porción de aire a las
células que no pueden o no saben llegar a esa inmensidad de oxígeno que les da
la vida.
No sería mala idea que las personas nos fijásemos en
estos glóbulos rojos. En Dios tenemos esa inmensidad de oxígeno que, en la
oración y en la contemplación nos llena de paz y nos envuelve completamente con
su amor infinito. Dios, que nos da la vida. Y de esa inmensidad que percibimos
sólo somos capaces de mostrar y transmitir una pequeñísima parte.
Pero tenemos la capacidad; Él nos la da y Él nos invita a ejercitarla.
Dios mío, hoy me estás pidiendo que haga uso de esa
capacidad. Y aunque llevo todo el día preguntándote una y otra vez que cómo
quieres que me base en unos dibujos animados para hablar de ti y de nuestra
misión, tu respuesta está ardiendo dentro de mí “transmíteme, transmíteme…”
“¿No ardía nuestro corazón mientras
nos hablaba por el camino?”. Los apóstoles de Jesús optaron por comunicar,
contar lo que habían visto y oído, y gracias a ellos hoy arde nuestro corazón.
Ahora depende de nosotras, de cada persona cristiana, depende de ti y de mí que
ese fuego continúe propagándose de generación en generación; o es que… ¿vas a
permitir que se apague y se reduzca a unas cenizas? (Eclesalia Informativo
autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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