Suicidios que duelen y cuestionan
Un acontecimiento ha preocupado a los habitantes de San Juan Evangelista, un pequeño pueblo de 2 mil 400 habitantes del sur de Veracruz: en los últimos dos meses, 5 jóvenes se han quitado la vida. De ellos, tres son menores de edad (La Jornada, 14 de julio de 2014, p. 31) .
Aparentemente, en ese pueblo no existen motivos graves, exteriores e inmediatos que se puedan relacionar con esos suicidios.
Pero llama la atención que uno de los muchachos haya dejado una nota pidiendo que se le hiciera un homenaje en el patio de su escuela, que su ataúd fuera paseado por las principales calles del pueblo y que le tocaran dos canciones de la banda MS. Sus deseos fueron cumplidos.
A los pocos días, Luz del Carmen, de tan sólo 11 años de edad, dejó una carta a sus padres donde les pedía que en su velorio se ofreciera tamales y que se le hiciera un homenaje en la explanada de su escuela. La directora de la escuela comentó que la niña había dicho a una amiga que se había visto muy bonito el homenaje a ese muchacho y que era muy chido que le hicieran algo así a una persona.
La vida de una persona es un misterio. Las palabras no alcanzan para comprender y abarcar todos los significados de los hechos de la gente. La muerte, y más una muerte así, es también muy difícil de explicar.
¿Qué motiva a una persona a quitarse la vida? ¿Cansancio? ¿La vida se volvió desabrida? ¿Falta sentido y gusto por vivir? Quien sabe. Son muchas cosas las que se reúnen en el camino de la existencia personal.
El mundo que viven los adolescentes y jóvenes ofrece infinidad de artículos de consumo, que llenan las casas, las manos y el tiempo de las personas. Pero dejan el corazón vacío. El mundo se ha poblado de mercancías, que inflan el deseo de tener. Todo invita a la posesión de cosas, artefactos, chucherías. Máscaras para vestir, adornar, exhibir y ocultar al verdadero yo.
El mundo contemporáneo, que enseña a amar a las cosas, también enseña a ignorar a las personas. El rostro del otro poco ocupa nuestra atención. Viven en el abandono buena parte de los individuos más vulnerables de la sociedad: niños, adolescentes, jóvenes y viejos. Corazones vacíos, sueños rotos, vidas desdibujadas, vidas abandonadas. Vidas que han olvidado el sentido de existir. Sentido que ya no se busca. Hay un cansancio expiritual. Cansancio del corazón para luchar y para amar. Porque la sociedad actual genera poco amor. Poco cuidado por el otro.
Los suicidios de los adolescentes y jóvenes son gritos desesperados de atención, de cuidado, de mirada atenta, de comprensión, de cercanía, de acompañamiento. Los más chicos necesitan relaciones sociales marcadas por la solidaridad y la fraternidad. Necesitan que los adultos transmitan mejor las voces de la tradición que genera arraigo, confianza, alegría, participación y amistad. Todos necesitamos que el pueblo cultive estas virtudes. Sólo así puede germinar la esperanza. La esperanza para animar el deseo de vivir.
¡¡¡BUENAS TARDES!!! gran artículo que invita a la reflexión, al análisis y a la acción inmediata. me uno al pensamiento del autor: demasiados bienes materiales, vacio existencial, ausencia de Dios poco o nulo contacto humano. Demos a los chicos la oportunidad de recibir gratificaciones o premios por objetivos logrados, por trabajos terminados y no solamente porque el comercio nos impone esas modas. recordemos que los padres tenemos la autoridad por derecho divino.
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