Con vosotros está y no le conocéis

Flor del jardín de mi mamá, Adelina





Cuando niño, me gustaba ir a la doctrina porque las catequistas jugaban volibol con nosotros, nos ponían a dibujar y también porque eran muy alegres. Siempre estaban sonriendo. Ellas integraban el coro que cantaba en la misa de niños. La mayoría de ellas eran Las Torres: Esthela, Alma Velia, Raquel, Lupe.

En estos días me llegó a la memoria un canto tradicional que cantaban las catequistas de mi infancia: "Con vosotros está y no le conocéis".

Hoy leemos aquel pasaje del Evangelio donde la gente, los vecinos de Jesús de Nazareth, extrañados se preguntan que de dónde le viene la sabiduría de ese hombre: ¿Acaso no es uno de los nuestros? ¿No es José, el carpintero, su padre? ¿No se llama María, su madre? ¿Su familia no ha vivido siempre entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto de predicar, de hablar con autoridad, de hacer milagros?

Lo mismo nos suele pasar a nosotros. Esperamos señales grandes. No nos safisface la normalidad de la vida cotidiana. Esperamos no sé qué prodigios para sentir que nuestra vida vale la pena. A veces, nos avergonzamos de vivir donde vivimos, de trabajar donde trabajamos. Hay quien hasta se disculpa por ser normal, simple y autor de proyectos modestos.

Cuando la propia vida y la vida que nos rodea nos parezca anodina, insignificante, podemos voltear a nuestro alrededor. En cada cosa, por sencilla que sea; en cada persona, en cada acontecimiento, se encierra un mensaje de Dios para nosotros. Si miramos con atención, si nos preguntamos: ¿Qué me dice Dios a través de la belleza de las flores, de la alegría espontánea de los perros, de la sonrisa de los niños, de las personas que son solidarias, de la gente que sufre de distintas formas, de la injusticia que reina en el mundo cercano y lejano...? Dios nos dará la gracia de manifestarse en todo lo que nos rodea. Y saltaremos de alegría por descubrir la belleza oculta, el mensaje que hay detrás de cada elemento de la creación, la voz de Dios que nos invita a seguirlo, a cada cual según su vocación y sus cualidades.

Con vosotros está y no lo reconocéis. Pero podemos iniciar el aprendizaje de reconocerlo.

La gracia de Dios está en todo y en todos. Sólo se ocupa una mirada que observe con atención, unos oídos alertas, unas manos abiertas, dispuestas a ayudar, un modo de ser menos agitado y más sereno. Y el libro de la vida nos abrirá sus páginas escritas por el Espíritu. 

Así comenzaremos a reconocer a Jesús de Nazareth, presente en medio de nosotros.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Se nos acumularon los recuerdos, por eso escribimos: José Barrera Castañeda

Así es mi pueblo, libro de fotos del Teul y escritura de Luis Sandoval Godoy

"Devuelvan a su tierra lo que ella ha sembrado en ustedes": Lic. José Guadalupe Cervantes Corona