Amanecer

Ronronear de motor a la distancia
señal de descanso
signo de preparación
para el viaje siguiente 

Un búho, inmóvil, 
contempla la creación: 
un campo pobre en pastos, 
el color rosa que pinta los tepetates.
Tres piedras sueltas.

La luz recorre
la imponencia de los cerros,
quietud que alimenta la quietud.

Caricia del viento
a los tallos duros y fibrosos de la sangregrado,
que se menea al ritmo
de adelante y pa' trás,
de un lado, al otro.

Baile del viento en la llanura,
su juego alegra 
la serenidad del alba.

Viento y luz que despiertan las cosas, 
mensajeros de la vida
que resucita del sueño.

Todo reposa.
El sosiego empieza su movimiento,
sin prisa.
Movimiento que lleva a la paz
de donde nació.

La sabiduría brota
en los cerros altos, anchos, fuertes,
magníficos, pacientes y humildes.
La sabiduría en la alabanza 
mañanera del pájaro anónimo.
Sabiduría en la pequeñez del pasto
que asoma entre las piedras.

Esta quietud del alma de las cosas,
este despertar silencioso y alegre,
canto de júbilo
petición de permiso para ser,
agradecimiento por la vida
que se renueva en la madrugada del día.

Los cerros, el búho, las tres piedras,
el rosa del tepetate, el pasto humilde,
el pájaro anónimo, la luz
que recorre el valle inmenso,
el motor que ronronea,
todos, todo despierta ante la llegada del Espíritu,
se hincan por reverencia.

Paz en las cosas,
armonía en el encuentro
de las creaturas que saludan,
agradecen, cantan y ganan serenidad.

La sabiduría hace su morada
en el sosiego matinal.  

Nace la alegría.
Todo está dispuesto
para la acción fecunda.

Es el amanecer
en la bizarra capital
del Estado de Zacatecas.

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